martes, 9 de junio de 2015

Yo soy Lázaro

En Alcázar de San Juan a 31 de mayo de 2015

Estimado amigo:

Ya que me escribe preguntándome por lo ocurrido, sepa usted que yo no soy ni alto ni fuerte, al contrario soy de constitución más bien débil, y de tez y cabello más blanco que el de mis compañeros del colegio. Tal vez sea porque soy procedente de un país más al norte del suyo, Finlandia. Mi piel es de un color bastante cercano a la nieve, aunque algo coloreado por la sangre que corre por mis venas y arterias; mi pelo se asemeja bastante al color del fuego, lo cual por razones que desconozco provoca burla entre mis compañeros.

Un chico nuevo, de un país lejano, y con rasgos físicos diferentes; desafortunadamente era normal que fuera rechazado en una primera instancia, imagínese al añadir que tampoco conocía el idioma; el hazmerreír del colegio, solo unos pocos chicos intentaron mantener alguna relación conmigo pero fueron rechazados por mi personalidad de naturaleza fría e introvertida. En casa la situación no era mejor, con los pocos ahorros que teníamos después de dejar nuestro país de origen nos inscribimos a clases del idioma local, en este caso el español. Tras un mes acudiendo a esas clases el panorama no tuvo una gran mejora, pero al menos ya podía entender las burlas de mis compañeros.


Finalmente el día llegó, todo transcurría normalmente, ya había sido aceptado mayoritariamente por todos mis compañeros, aún quedaba algún rezagado que bromeaba respecto a mi aspecto, pero eran bromas con intención de risa conmigo, aun así no me gustaba, por lo que era rápidamente recriminado por las miradas de los otros niños y todo quedaba en una sencilla disculpa al final, todo quedaba en nada. Realmente me sentía cómodo otra vez. Pero entonces, él llegó, el chico educado y maltratado a iguales partes por la calle, Jorge, hijo de casa adoptiva (aunque realmente no aguantó ni un mes en cada una). Allí estaba él, tras ser expulsado del otro colegio que nuestra ciudad tiene solo tuvo el nuestro para acudir. Parecía un chico como otro cualquiera, exceptuando una pequeña muesca en su ceja, parecía artificial, pero nadie llegó a descubrirlo.

Jorge solía acudir a clase, pero no se notaba su presencia, era más cercano a un ente que a una persona; pero aquel día venía de buen humor y vio de buen agrado hacerme burla respecto a mi pelo, a esas alturas ya me había acostumbrado, pero aquel día algo me había pasado a mí, horas antes me enteré de que mi abuela estaba padeciendo de una grave enfermedad que probablemente haría que pronto exhalase su último aliento; aquel día estaba de mal humor así que decidí enfrentarlo, le lancé un no muy sutil, ‘caraculo’. En su rostro se sentía la frustración, en sus ojos se podía leer la ira, y como sus manos demostraron, aquello no le agradó. Apenas tuve tiempo para ver su puño abalanzándose sobre mi rostro; el suficiente como para esquivarlo para que después se estrellase contra la pared, lo que provocó aún más ira en él haciendo que esta vez intentase golpearme con una poderosa y feroz patada, esta si me alcanzó pero no sufrí gran daño porque conseguí algo de cobertura gracias a una mochila que había en el suelo. En ese instante me sentía en cólera, y simplemente, perdí el norte. Mientras él seguía doliéndose del anterior golpe en su mano, con una fuerza que nunca había sospechado tener, lo agarré del cuello con mi mano izquierda y lo puse contra la pizarra lanzando esta vez el puño derecho repetidas veces contra su vientre. En ese momento usted entró por la puerta.


No estoy haciendo esto porque crea que necesite ser exculpado de mi acción, es simplemente para aclarar que no soy un mal chico, sino que lo que realmente pasó es que la acción se desarrolló en el peor momento posible.

Mis más sinceras disculpas, Emil.